Los haces de luz encantan
millones de electrones
que chocan contra las paredes.
Los micro-ecos de un mundo macroscópico
dominan el aire,
resuenan entre tantos humanos
que corren y no sienten armonía.
Cada longitud de onda
es una oda tácita
a cada fotón de energía
entregado al negro universo,
infinitud maravillada
por materias grises
de las neuronas centellantes.
Súpernova renaciente,
entre las cenizas de estrellas
moribundas sacrificadas
por la relatividad,
mueren por entropía endógena.
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