26 de agosto de 2011

Meta-análisis de un amigo de felpa - El Castor (2011)

      La película “El Castro” (The Beaver, 2011) de Jodie Foster entrega una seguidilla de señales que son interesantes de analizar un poco más allá de las formas del lenguaje del cine y ver una extrapolación a nuestras vidas. Esta historia se basa en la historia de un hombre inmerso en un viaje para redescubrir a su familia y reanudar su vida. Acosado por sus propios demonios, Walter Black fue en otro tiempo un ejecutivo de éxito de la industria juguetera y un hombre de familia, pero ahora sufre una grave depresión. Intente lo que intente, Walter no parece encontrar nada que le permita retomar el rumbo de su vida, hasta que irrumpe en ella una marioneta con forma de castor.

      Todos estamos regidos bajo las formas de un castor imaginario en nuestras vidas y sus múltiples dimensiones. Este Castor es la metáfora del Ego de Freud: las exigencias que nos entrega la sociedad actual y la falsa vida ideal que nos habla la chica involucrada durante una graduación. Es una estructura que nos genera una herida, una pequeña grieta abierta que no nos permite quedarnos conectados a la realidad y que sólo genera más dolor. Similar a la forma del Nemo que se abre cada vez más al enfrentar los espejos y chocar contra grandes murallas que no dejan ver un trozo de verdad indestructible.

        Walter utiliza en un inicio la imagen del castor como un instrumento, un medio para llegar a una nueva estabilidad mental. Aunque, el castor toma lentamente una nueva forma desconocida; se vuelve independiente de toda influencia externa y se torna una amenaza para la continuidad de sí mismo. Walter se entrega a este nuevo mecanismo de existencia sumida bajo este peludo amigo, encuentra en esa vía el éxito huidizo de su empresa y el cariño de su hijo menor. Sin embargo, este castor se apodera de cada dimensión de su vida y encuentra que el propio gestor de su existencia es una amenaza para la continuidad de los planes de peluches de felpa.

       Todo se esconde bajo la idílica imagen de que “todo será como antes”, ocultando bajo el espejo la crisis existencial por el vacío y monotonía presente en la vida del protagonista. Además, lleva por arrastre a toda su familia a una desestructuración social que es irreconocible para ese pasado glorioso de antaño. La esposa intenta rescatar desde la “Caja de la memoria” la antigua imagen de su esposo, el real para ella, y no el organismo humano que se encuentra cada noche con un títere.

       Esta crisis se agrava y termina de desplomarse al despertar la necesidad de independencia de Walter, el castor intenta utilizar las únicas herramientas que posee para mantener la tranquilidad y estabilidad del nuevo imperio armado. Walter encerrado, ve como única forma de sobrevivencia el eliminar desde raíz esta imagen pseudo-normal de la vida que le impone la sociedad. Busca retomar el camino que siempre quiso, abandonar las estructuras que son heredadas de su padre y que le entregó al hijo mayor: la mentira de sentirse libres frente a un sistema aún más enfermo que su propia visión. La depresión como podría ser etiquetado Walter con su trastorno es un manejo alternativo que permite alejarse de elementos inestabilizadores de un gran engranaje socio-cultural de la industria.

       El Castor es una invitación a realizar un meta-análisis de nuestras vidas y lo que se realizado a lo largo de ella. Pone en duda hasta qué punto uno tiene ese castor imaginario que es creado para sobrevivir a la realidad, ese agujero negro que absorbe nuestra vida entre tantas urgencias y luchas contra el tiempo que llevamos. A muchos les puede pasar y siempre es necesario entender cuáles son los demonios que nos acompañan cada día y nos impiden ver más allá de nuestras mentes.

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